Cuesta, después de
varias décadas, precisar la fecha pero se aproxima a los inicios de los ochentas, en algún momento en medio de las elecciones
estudiantiles.
Fuimos un grupo de mis ex compañeros, un grupo de ansiosos
jóvenes idealistas, como debía ser, en una tarde cualquiera a divertirnos, cuando
decidimos bajarnos de la ideología y el fanatismo, y ser simples mortales, sin
nada más que la edad para pasarla bien.
Luego de esa vez, pasé miles de miles de veces más enfrente con
deseo de entrar, volviendo a ver para adentro, pero no lo hice, pues no tenía
razón para ello.
No fue sino hasta hace poco que me vi forzado por específicas
circunstancias a ingresar nuevamente a este lugar. Como soy fácil para asumir retos, fui invitado
discretamente a lanzarme a la pista, a lo que primeramente respondí: “tengo
como treinta años de no patinar…”. Luego de ver a otros ir y venir me dije; “y
por qué no?”.
Así que me encaminé a la ventanilla y le dije al encargado
de los equipos: “Tendrá de mi tamaño?. Los trajo y me los puse.
Me los fijé lo más fuerte que pude, me levanté y agarrado de
la barra para inexpertos, di los primeros pasos, no sin confesar que tenía un
profundo miedo a caerme y quebrarme, más que al ridículo del espectáculo.
El sudor salió por cada poro de mi cuerpo, di los primeros
pasos suelto, recordé lo que bien había aprendido muchos pero muchos años
atrás. Perdí con cada trazo de mis pies un poco más de miedo y me entusiasme a seguir moviéndome al ritmo
de los bee gees. Presente y pasado en un mismo lugar.
A todo estos, se me olvidó que andaba con ropa de oficina, con
corbata y mancuernas, bien peinado y en corbata, al grado de que el encargado
del lugar me dice por el alta vos: Aquí la persona más elegante que ha patinado
en este lugar!...
La primera vez era un jovencito. Esta vez, algo más entrado
en años. Antes, de la mano de mis amigos
y amigas, ahora de una niña de ocho años, quien me le levantó cuando me caí de mis
patines de cuatro, quien se rió conmigo, me hizo perder el miedo y vergüenza…Gracias a mi hija por haberme dado esta oportunidad, por ser esa avejita que pica y nos despierta.