Un día cerré los ojos y simplemente me puse a escuchar a unas personas hablar. Ese día si escuché de verdad a los demás.
Lo que decían esas personas no eran palabras que escuchaba por primera vez. Las habían pronunciado otros, y otros al igual que ellos mucho antes.
Atacaba a unos, y luego, otro defendía. Miré en el tiempo, y año a año, unos defendían y otros atacaban. A veces, cambiaban los roles, y los que defendían antes atacaban ahora y los que defendían ahora, eran los atacantes antes.
En mi mente repasé la vida del periodista, sentado escuchando miles de horas a unos y otros, a los mismos y a los que los imitaban. Repasé las miles de horas en esa a veces calurosa y otras fría sala. Al abrir los ojos vi al periodista reflejado en el vidrio escribiendo sus crónicas, lo vi escribir una línea y otra más hasta terminar.
Luego, vi al periodista levantarse y recoger sus cosas. Tomó aire, miró de frente, sonrió y se marchó.