agosto 14, 2012

El discurso de Constantino sobre Ottón: ética


Hace algunos años atrás en medio de una tarde de aburrimiento en la barra de prensa de la Asamblea Legislativa mi ex profesor de Ciencias Políticas Constantino Urcuyo, salió a lavar la cara del parlamento que dormía a la prensa en medio de insípidos temas.

Me despertó de esa modorra legislativa su prometedor discurso, que palabras más o palabras menos, dijo algo así como: incólume, impoluto, puro, casto, virtuoso, intachable, honrado, incorruptible, inmaculado, honesto, integro, limpio, decoroso...Savonarola, Robespierre.

Se refería a Ottón Solís quien salía del caparazón de una tortuga verde, muy verde, a la que le presagiaron su pronta muerte.

¡Kafka!

Algunos de los que sufrieron esa metamorfosis Kafkiana salieron de capullos blancos y puros con la tarea de escribir y reescribir los hechos históricos desde su catalejo y se convirtieron en jueces y verdugos del pasado, presente y futuro.

Su perspectiva ético céntrica caló como bandera revisionista aprovechando las circunstancias históricas de una sociedad que reclamaba, aún hoy en día, mayor rigurosidad en la selección de todo funcionariado público y en la transparencia en la relación entre lo público y lo privado.

Los demás partidos cayeron atemorizados a los pies de ese dedo acusador dejándose llevar al extremo del puritanismo más que por la mesura y el raciocinio. La división esperada por los más radicales de esa tendencia “purista”, de una sociedad política "maniquea", en donde de un lado estaban los buenos y del otro lado los “incorrectos” nunca llego y aún la siguen esperando.

El daño que le hizo esa corriente a la sociedad fue haberse apropiado de algo que es colectivo. Al limitar la ética a un grupo debilitaron el aporte que la sociedad, en su conjunto, podía dar a la lucha contra la corrupción.

¡Las cosas a la tica!

La ética puede ser la mezcla de la ética de Constantino con la de Ottón y así ha sido y es nuestra alquimia “a la tica”. Podemos, como sociedad, fijar parámetros éticos y aspirar a que sean los más elevados, pero sería equivocado creer que todos van a cumplirlos, consciente o inconscientemente.

Como Sociedad la costarricense reclama honor en la función pública y limpieza en los negocios del Estado y eso está bien y es importante. Esa no es bandera de ningún partido, sino de todos.

Como sociedad la costarricense es sabia al distinguir que, los corruptos, no pertenecen a un grupo y que, indistintamente de dónde estemos o ubiquemos, se debe trabajar por cerrar los portillos legales, cuidar las arcas de la hacienda pública y fortalecer la capacidad de control de legalidad de las entidades fiscalizadoras.

Como sociedad la costarricense se ha impuesto con determinación a enfrentar a quienes comentan actos deshonestos, pero no desde la perspectiva político electoral, sino de la responsabilidad ciudadana, formada en valores y principios que pertenecen a una nación democrática y republicana con conciencia social.

Como sociedad la costarricense tiene pendiente la revisión, reforma y remozamiento de la legislación para un correcto ejercicio de los cargos de elección popular, de designación legislativa y, hasta el más humilde puesto en el Gobierno.

Los ciudadanos y ciudadanas, sean o no un Zóon politikon, pueden librar sus propias batallas éticas en cualquier frente, sin que se necesite permiso de alguien y sin que penda su razón de existir en esta sociedad únicamente de la ética como mecanismo de auto validación.

A la corrupción se le debe fumigar todos los días, con la esperanza de que no quede algo sin Asperjar. Por si acaso, me sobró un poquito del “menjurje” que use el año pasado, por si alguien lo necesita.

Ah....y en cuanto a la disertación de Constantino sobre Ottón la historia no terminó ese día...No extraño las aburridas tardes en la barra de prensa, pero sí los discursos de Constantino. ¿Y la tortuga verde? Goza de buena salud, según dicen los periódicos.

agosto 07, 2012

Y sopló el viento de la paz


Allá por los años ochentas mi generación era empujada por las fuerzas ideológicas de izquierda y derecha al sendero de la violencia y la confrontación armada.

Eran años de gobiernos militares y dictaduras, de grupos armados y guerrillas. Esa era la América Latina y la Centroamérica de mi generación en donde muchos jóvenes ofrendaron su vida en la búsqueda desesperada de la libertad y la democracia.

Nuestro suelo centroamericano, de economías encadenadas al subdesarrollo, llena de contrastes, fue el último campo de batalla de la guerra fría. Muchas madres vieron caer a sus hijos e hijas, y con ello, desangraron a la población joven, futuro de la patria latinoamericana.

Pese a lo oscuro de la noche, una luz se filtró con fuerza e iluminó el camino de un plan de paz.

El 7 de agosto de 1987, hace tan solo 25 años, los rifles de las fuerzas beligerantes se silenciaron y el olor a pólvora empezó a disiparte con el soplo del viento de la paz.

La población centroamericana llegó al final del amargo camino de destrucción, pobreza, desolación, duelo y vio el amanecer de la democracia.

Esa mañana las manos de hombres y mujeres sobrevivientes abrieron una zanja en la que se enterraron lar armas a través del cese al fuego y el fin de las hostilidades.

Hace 25 años atrás se cambió el poder de la fuerza por el poder de las leyes, los rifles por votos, la dictadura por la democracia y las bayonetas ensangrentadas por libros.

¿Cuántas lágrimas nos hemos ahorrado; cuántas vidas se salvaron; cuánta división nos evitamos?

Aunque parezca cercana, ya esa fecha está lejos. De la población actual de Costa Rica alrededor de la mitad o no había nacido o estaba dando sus primeros pasos. A ellos podemos contar que ese día se cosechó de la semilla del árbol del diálogo, el amor y la reconciliación.

Muchos llegamos a ese momento histórico confiados en la visión de un joven político que creyó en que el diálogo, la paz, la justicia y la libertad eran posibles.

Siguiendo nuestra propia huella histórica no invitó a dar un paso de confianza en la sabiduría colectiva de nuestro pueblo de que la paz y el diálogo eran mejor que la guerra y la violencia.

Con justificada razón cantamos en esos días: "Paz para mi gente, paz para mis campos, paz que amamos tanto".

No solo se trató de que, como país, la paz en la región era necesaria para asegurar la propia. Miramos en nuestro pasado y comprendimos que no existe causa más noble que volcar a todo un pueblo a elevar en lo alto de la montaña centroamericana la bandera blanca de la paz.

Por ello, no podré olvidar la hora en que el viento de la paz sopló. En esa única e irrepetible página de la historia, hace 25 años atrás, don Oscar Arias nos representó en ese sueño hecho realidad. En Esquipulas, un 7 de agosto, hace 25 años los Presidentes de Centro América firmaron junto a él en favor de la vida para mi generación y las venideras.