Hace algunos años atrás en medio de
una tarde de aburrimiento en la barra de prensa de la Asamblea
Legislativa mi ex profesor de Ciencias Políticas Constantino Urcuyo,
salió a lavar la cara del parlamento que dormía a la prensa en
medio de insípidos temas.
Me despertó de esa modorra legislativa
su prometedor discurso, que palabras más o palabras menos, dijo algo
así como: incólume, impoluto, puro, casto, virtuoso, intachable,
honrado, incorruptible, inmaculado, honesto, integro, limpio,
decoroso...Savonarola, Robespierre.
Se refería a Ottón Solís quien salía
del caparazón de una tortuga verde, muy verde, a la que le
presagiaron su pronta muerte.
¡Kafka!
Algunos de los que sufrieron esa
metamorfosis Kafkiana salieron de capullos blancos y puros con la
tarea de escribir y reescribir los hechos históricos desde su
catalejo y se convirtieron en jueces y verdugos del pasado, presente y
futuro.
Su perspectiva ético céntrica caló como bandera revisionista aprovechando las circunstancias históricas de una sociedad
que reclamaba, aún hoy en día, mayor rigurosidad en la selección
de todo funcionariado público y en la transparencia en la relación
entre lo público y lo privado.
Los demás partidos cayeron
atemorizados a los pies de ese dedo acusador dejándose llevar al
extremo del puritanismo más que por la mesura y el raciocinio. La
división esperada por los más radicales de esa tendencia “purista”,
de una sociedad política "maniquea", en donde de un lado estaban los
buenos y del otro lado los “incorrectos” nunca llego y aún la
siguen esperando.
El daño que le hizo esa corriente a la
sociedad fue haberse apropiado de algo que es colectivo. Al limitar
la ética a un grupo debilitaron el aporte que la sociedad, en su
conjunto, podía dar a la lucha contra la corrupción.
¡Las cosas a la tica!
La ética puede ser la mezcla de la
ética de Constantino con la de Ottón y así ha sido y es nuestra
alquimia “a la tica”. Podemos, como sociedad, fijar parámetros
éticos y aspirar a que sean los más elevados, pero sería
equivocado creer que todos van a cumplirlos, consciente o
inconscientemente.
Como Sociedad la costarricense reclama
honor en la función pública y limpieza en los negocios del Estado y
eso está bien y es importante. Esa no es bandera de ningún partido,
sino de todos.
Como sociedad la costarricense es sabia
al distinguir que, los corruptos, no pertenecen a un grupo y que, indistintamente de dónde estemos o ubiquemos, se
debe trabajar por cerrar los portillos legales, cuidar las arcas de
la hacienda pública y fortalecer la capacidad de control de
legalidad de las entidades fiscalizadoras.
Como sociedad la costarricense se ha
impuesto con determinación a enfrentar a quienes comentan actos
deshonestos, pero no desde la perspectiva político electoral, sino
de la responsabilidad ciudadana, formada en valores y principios que
pertenecen a una nación democrática y republicana con conciencia
social.
Como sociedad la costarricense tiene
pendiente la revisión, reforma y remozamiento de la legislación
para un correcto ejercicio de los cargos de elección popular, de
designación legislativa y, hasta el más humilde puesto en el
Gobierno.
Los ciudadanos y ciudadanas, sean o no
un Zóon politikon, pueden librar sus propias batallas éticas en
cualquier frente, sin que se necesite permiso de alguien y sin que
penda su razón de existir en esta sociedad únicamente de la ética
como mecanismo de auto validación.
A la corrupción se le debe fumigar
todos los días, con la esperanza de que no quede algo sin Asperjar.
Por si acaso, me sobró un poquito del “menjurje” que use el año pasado, por
si alguien lo necesita.
Ah....y en cuanto a la disertación de
Constantino sobre Ottón la historia no terminó ese día...No
extraño las aburridas tardes en la barra de prensa, pero sí los
discursos de Constantino. ¿Y la tortuga verde? Goza de buena salud,
según dicen los periódicos.