junio 05, 2012

El circo más pobre


Estaba almorzando y el lugar ambientó con música que decía: “Había una vez,un circo que alegraba siempre el corazón lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y emisión...”.Era una de las canciones del circo de la televisión española con Gabi, Fofo, Miliki y Fofito.
Así comenzó mi anecdota sobre el circo más pobre que he conocido. Era muy pequeño, cuando en mi barrio, en algunas temporadas arribaba de vez en cuando un circo. Una vez llegó en invierno, de esos inviernos que casi no se ven, o que eran muy frecuentes en donde vivía cuando niño.
Un circo, nuevo, que nunca habíamos visto. Se instaló en la antigua plaza de la soledad, que no era plaza, pero que servía para cosas como esas. Supe del nuevo circo, pues un destartalado con parlantes a los lados recorrió las calles de mi barrio anunciando el acontecimiento. Gran Circo, maravillosos actos, trapecistas, malabaristas, payasos, animales exóticos, pruebas de valentía de intrépidos motociclistas.
Una carpa, no muy grande, con letreros descoloridos, se colocó en aquella plaza y a un costado, unos autos de los que nos veías muchos por aquellas tierras, en donde vivían los personajes del circo. A mucho esfuerzo logré reunir el dinero para ir con otros niños del barrio a la gran función.
Era el día del extremo, pero la lluvia hizo lo propio, por aguar la fiesta. Pese a ello, una suéter, capa y un paraguas logré llegar a tiempo, hace al fila, donde nos bajaba el caldo de la clase de tormenta que se vino, y entrar para coger buen lugar.
Ya cuando creía que todo iba a mejorar, se empezó a poner peor: la carpa del circo tenía huecos enormes, por lo que no pudimos quitarnos la capa y hasta de vez en cuando abrir el paraguas, las bancas estaban mojadas y adentro era un barrial en donde se nos llegaron a pegar los zapatos. De comer, pues no había nada y tampoco teníamos plata.
Vinieron para comenzar las trapecistas, una joven y otra mayor, pero con poca elevación --unos dos metros de altura- al punto de que pude notar que tenían sus medias bien rotas, poco usual en esa época, a diferencia de ahora, que en alguna gente es moda.
Pasada esa parte, anuncian a los animalitos, dos ponis viejitos, que caminaban despacio, muy despacio, a los que les dieron dos vueltas y se echaron; un payasito mal vestido, con su carita lavada y mal maquillada, que contó dos chistes, dos porrazos al otro más bajito, y la vieja barbuda no lo era y el hombre mas flaco tampoco.
No habían animales exóticos y el hombre temerario de la moto no pudo terminar su acto, pues la maquina falló. Así terminó el espectáculo. Fue el último circo que vi en mi vida, después de ese nunca más volvería a poner un pie en un circo.
Así es mi historia del circo más pobre que he visto, que ni siquiera se compara con el de la película The Big Fish con Danny de Vito. No se si esa es la razón por la que no me gustan los circos, a los que repudio cuando exhiben animales. Era un circo triste en medio de un invierno, de un año del que no me acuerdo su fecha, pero no tenía más de 8 para ese entonces. A esa edad no pasaba mucho, y lo poco que pasó, me refiero a los circos, no fue exitoso Como dice Fito: “cuando yo era pibe un circo vi, no pasaba nada, pero un circo vi”.