Analizando por qué los ticos han
salido por todas partes a tomar con humor el grave asunto del hueco
en la autopista he encontrado al menos dos ingenuas explicaciones:
opción 1 La aceptación de la realidad: la gente piensa que el
Gobierno es absolutamente incapaz -me refiero al desgobierno de
laurita de dar una respuesta a un problema como este -en general a
cualquier problema- y, lo único que queda -igual que el puente de la
platina- es sentarse a esperar sin más remedio; opción 2 La
capacidad de resistencia del tico es tal que, ante los embates de la
vida, el pesimismo, la decepción, el desgobierno, la política
sucia, la corrupción, el mal equipo de gobierno, la mala selección,
los impuestos, las alzas, la falta de plata del pueblo, los salarios
bajos, las lluvias, la corrupción etc...ES TAN GRANDE que optó por
reír en vez de llorar o tomar las armas o la justicia por su cuenta
y arreglar a golpes los grandes problemas. Tal vez, solo por esa
sacro santa creencia en el sistema democrático, en la República,
que los costarricenses apuesten a la esperanza de las elecciones cada
4 años como la mejor opción a cambiar las cosas. Por ahora,
mientras nada se arregla y todo se empeora no queda más que sonreír
y esperar que las cosas cambien con el próximo gobierno y sino con
el que sigue. Eso, para mi, de alguna manera, es renunciar a
transformar el país en el presente y una consecuencia lógica de
algo que en su momento se llamó “domesticación”.
Espacio para contar historias, compartir experiencias y expresar comentarios sobre cosas comunes.
junio 29, 2012
junio 05, 2012
El circo más pobre
Estaba almorzando y el lugar ambientó
con música que decía: “Había una vez,un circo que alegraba
siempre el corazón lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de
alegría y emisión...”.Era una de las canciones del circo de la televisión española con Gabi,
Fofo, Miliki y Fofito.
Así comenzó mi anecdota sobre el circo más pobre que he conocido. Era muy pequeño, cuando en mi barrio, en algunas
temporadas arribaba de vez en cuando un circo. Una vez llegó en
invierno, de esos inviernos que casi no se ven, o que eran muy
frecuentes en donde vivía cuando niño.Un circo, nuevo, que nunca habíamos visto. Se instaló en la antigua plaza de la soledad, que no era plaza, pero que servía para cosas como esas. Supe del nuevo circo, pues un destartalado con parlantes a los lados recorrió las calles de mi barrio anunciando el acontecimiento. Gran Circo, maravillosos actos, trapecistas, malabaristas, payasos, animales exóticos, pruebas de valentía de intrépidos motociclistas.
Una carpa, no muy grande, con letreros descoloridos, se colocó en aquella plaza y a un costado, unos autos de los que nos veías muchos por aquellas tierras, en donde vivían los personajes del circo. A mucho esfuerzo logré reunir el dinero para ir con otros niños del barrio a la gran función.
Era el día del extremo, pero la lluvia hizo lo propio, por aguar la fiesta. Pese a ello, una suéter, capa y un paraguas logré llegar a tiempo, hace al fila, donde nos bajaba el caldo de la clase de tormenta que se vino, y entrar para coger buen lugar.
Ya cuando creía que todo iba a mejorar, se empezó a poner peor: la carpa del circo tenía huecos enormes, por lo que no pudimos quitarnos la capa y hasta de vez en cuando abrir el paraguas, las bancas estaban mojadas y adentro era un barrial en donde se nos llegaron a pegar los zapatos. De comer, pues no había nada y tampoco teníamos plata.
Vinieron para comenzar las trapecistas, una joven y otra mayor, pero con poca elevación --unos dos metros de altura- al punto de que pude notar que tenían sus medias bien rotas, poco usual en esa época, a diferencia de ahora, que en alguna gente es moda.
Pasada esa parte, anuncian a los animalitos, dos ponis viejitos, que caminaban despacio, muy despacio, a los que les dieron dos vueltas y se echaron; un payasito mal vestido, con su carita lavada y mal maquillada, que contó dos chistes, dos porrazos al otro más bajito, y la vieja barbuda no lo era y el hombre mas flaco tampoco.
No habían animales exóticos y el hombre temerario de la moto no pudo terminar su acto, pues la maquina falló. Así terminó el espectáculo. Fue el último circo que vi en mi vida, después de ese nunca más volvería a poner un pie en un circo.
Así es mi historia del circo más
pobre que he visto, que ni siquiera se compara con el de la película
The Big Fish con Danny de Vito. No se si esa es la razón por la que
no me gustan los circos, a los que repudio cuando exhiben animales.
Era un circo triste en medio de un invierno, de un año del que no me
acuerdo su fecha, pero no tenía más de 8 para ese entonces. A esa
edad no pasaba mucho, y lo poco que pasó, me refiero a los circos,
no fue exitoso Como dice Fito: “cuando yo era pibe un circo vi, no
pasaba nada, pero un circo vi”.
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