Era gastronomía local, tal vez no muy diferente a la del resto del país. Mis recuerdos de la comida en diciembre es variado, pero intentaré resumir algunos sabores aún presentes en mi paladar:
La primera de ellas es el tamal de doña Nury: Se preparaba casi siempre el día 21 de diciembre. Días antes se compraban las hojas, la carne, el maíz y los demás ingredientes, en especial la papa, que le ofrece al tamal una característica única, una buena dosis de ajos y, el caldo de pollo, res y cerdo. Lo llevábamos a moler bien temprano, como a las 4 a.m. al molino (existieron varios en nuestro barrio) y lo traíamos a la casa para que mi tía Luz empezara la tarea, como a eso de las 6 a.m. y ya para el medio día, con la ayuda de mi abuelo Mateo, encargado de la madera y el fuego, estuvieran los primeros tamales listos.
La segunda comida era la lengua en salsa de la noche del 24. En mi casa no se acostumbró el Pavo, como es más frecuente hoy en día, pues era muy caro y poco usual. Se comía en mi casa lengua en salsa, con arroz blanco y papitas tostadas Irazú. Esa noche era una celebración desde temprano, con gran parte de la familia y una veintena de amigos y amigas de la Juventud Liberacionista, que siempre teníamos el agrado de recibir en la casa. Se cantaba con guitarras musica trova, tangos de Gardel, el corrido a don Pepe si estábamos en elecciones y un poco de música del grupo musical del pueblo: los Hicsos. A la par se le ponía una ensalada, bien modesta, con lechuga y rebanadas de tomate.
La tercer comida navideña era el rompope. En especial lo hacía mi abuelita entre navidad y año nuevo, con la ayuda de uno de mis tíos, Rodri, quien era el catador oficial. Si me preguntan como lo hacía, tendría que decirles que es un secreto su fórmula y no puede encontrar sustituto en ninguna parte. Al menos tenía leche, canela, era como preparar el atol, y un poquito de guaro, pero en la cantidad correcta para que nadie se embriagara.
El queque navideño es la cuarta comida. Solo que en Cartago, eran pocos lo que lo hacían con guardo, pero eso sí, con muchas frutillas adentro. Era un queque como cualquier otro, un poco más negro, pues se le ponía azúcar moreno, y las famosas frutas dulces, pasas, nueces, y otras frutas secas, algunos tenían un lustre, pero casi siempre se partía a la mitad y se rellenaba de dulce de leche, lo que hacía de ese queque navideño un peligro para quienes tenían problemas con la diabetes. Algunas personas hacían arrollados, cilíndricos, que eran como un queque y encima le ponían azúcar en polvo, pero los ingredientes en ambos eran similares. Era especial para comerse con el rompope.
En la fiesta navideña, mucho era compartido, pues mis tías políticas siempre nos ofrecían boquitas, como atún arreglado en canastitas, frijolitos volteados con tortillas caseras, garbanzos en salsa con pollo, arroz con pollo, gallitos de salchichón y chorizo...y claro, los fresquitos.
Durante mucho tiempo en Cartago se vendió el Chauite o Chahuite (perdón pero no me acuerdo si se escribía de esa manera), en la ventana del Salón París, que era una mezcla folclórica de bebidas, que al principio parecía inofensiva, pero conforme se ingería la cosa se ponía bonita y al día siguiente era de morir. Mucha gente la compraba para esas fiestas, y la ofrecían a las visitas, pues tenía la aceptación popular, por su precio bajo, pero también por su buen sabor.