El frió de Cartago tiene varios momentos en mi
memoria. Lo primero, la época de lluvia siempre me recuerda las tardes en la
casa de mi abuelitos, cuando niño, que era tanta que nos daba tiempo de hacer un
barquito de papel y dejarlo ir con la corriente en el caño plaño del Barrio San
Bosco, una y otra vez. Esa lluvia era fría a veces y otra tibia.
En las lluvias de mi adolescencia, en las tardes más
que nunca, eternas lluvias, que siempre echaron a perder mis planes de salida
con mis amigos, que era preferible que atravesar las fuertes gotas de agua que
caían en esos días como una roca encima de uno. No había paraguas que atajara
tal cantidad de agua y fuerza de agua.
Para esos mismos días la época empecé a tener más
conciencia del frio brumoso, el cual llegaba en al menos tres tiempos
distintos. Al inicio del invierno no se sentía mucho, pero era más fuerte en
las madrugadas.
En los meses de octubre y noviembre, más allá de la
media noche, el frio era de esos que entraba en los huesos. Era profundo, como
cuchillas frías atravesando el cuerpo.
Y en diciembre, con llovizna, levemente tibio, más
que en otros tiempos. La aparición de la neblina era impredecible, pero cuando
llegaba, no se veía nada a unos cuantos metros. Ya casi no la encontramos en
estos días, salvo en lugares lejanos. La neblina siempre fue con un sentido
término aliviado, levemente vaporoso, cálida.
Recuerdo las montañas de Cartago con más árboles que
ahora, lo que podría ser la causa de la existencia de más lluvia antes, al
tiempo que los días se fueron poniendo más calientes cada vez. Las mañanas
calientes eran tan altas que cegaban y agotaban fácilmente.
Y no podía faltas en este comentario, los caños, que
por tener Cartago una posición inclinada, y ser estos en su mayoría redondos –del
diámetro de medio tubo- hacía que bajaran inmensas cantidades de agua, las
cuales nunca supe en dónde iban a terminar. Aún ese sistema de recolección de
las lluvias está en uso, y me imagino que igual, con las lluvias actuales,
bajan grandes cantidades de agua cada invierno. A dónde irán a parar?